miércoles, 1 de junio de 2011

Del Hospital de San Hipólito y la Concepción de Locura.

Del Hospital de San Hipólito y la Concepción de Locura.
Por: Germán Camacho J.
Antecedentes.

A lo largo de la historia del ser humano se han suscitado episodios relacionados con las afecciones mentales; indagar sobre el impacto que tuvo en las distintas sociedades la aparición de este fenómeno, así como, su paulatina asimilación en el núcleo del pensamiento médico resulta el principal objetivo del presente trabajo.

Partamos de la relativamente antigua concepción de lo que hoy en día se conoce como locura. En el primitivo pensamiento de ciertas sociedades, ligadas todavía a un patrón estrictamente religioso, la locura, era llamada “melancolía”. Lejos de referir verdaderamente a un padecimiento cerebral, la “melancolía” estaba encaminada a explicar varias etapas depresivas comunes en el individuo. Por otro lado, si esos supuestos lapsos de depresión derivaban en actitudes violentas acompañadas de manoteos, espasmos o desmayos, tal cual sucede en un enfermo epiléptico; entonces, eran vistos como poseídos por algún espíritu maligno o el propio demonio: “[...] en el siglo XV en España por la colonización árabe, la concepción de las enfermedades mentales cambia. Surgen ideas religiosas que impulsan a la caridad humana y a la salvación de las almas [...]”1

Gracias a la intervención de los árabes muchos manuscritos fueron rescatados, en ellos, importante información sobre distintos tipos de enfermedades comenzó a difundirse, provocando así, una valoración mucho más apegada al entorno científico. Asimismo, en el ámbito religioso, el sentimiento de caridad abrazó tanto a las personas en extrema pobreza como aquellas identificadas con cualquier tipo de enfermedad. En otras palabras:

Su virtud crecía al correr el tiempo y su amor al prójimo se volvía insaciable. Hería especialmente su corazón la situación en que se encontraban los viejos, los locos y convalecientes pobres, personas todas que no podían valerse por sí mismas. No había un asilo de ancianos, y los que lo eran tenían que vivir de la limosna. La situación de los locos era aún más dolorosa: los pacíficos deambulaban por las calles, siendo objeto de la humillante compasión, o bien de la burla y la maldad de la gente, y los furiosos eran recluidos en las cárceles públicas y sufrían, sin merecerlo, el castigo de los criminales. Los convalecientes, incapacitados aún para ejercer un trabajo, eran víctimas de la miseria y no pocas veces recaían en sus males, nulificándose la obra hospitalaria.2

De tal modo surge para “los locos” un refugio con cuidados y atención adecuada. Estos lugares adquirieron el aspecto de centros destinados a la protección de personas desvalidas, pobres, huérfanos, desamparados, ancianos, enfermos y peregrinos, quienes fueron recibidos ahí debido al precepto inicial de hospitalidad, el cual, tiempo después, originará la noción de hospital.

En España tal labor obtuvo un gran éxito y aunado al trabajo de las órdenes mendicantes logró esparcirse por casi todo el mundo conocido. La creación de dichos lugares, generalmente situados a un costado de las capillas, pues eran los propios religiosos, específicamente aquellos incluidos en el clero regular, los que atendían tanto a las personas necesitadas como a las enfermas; poseían los conocimientos médicos y prestaban los cuidados adecuados. Mientras que, en las altas esferas de la sociedad, los boticarios y doctores ejercían esta tarea a cambio de ser bien remunerados: “[...]resulta importante mostrar que durante la Colonia y desde el mismo descubrimiento de América, los locos en España eran considerados enfermos, y que existían instituciones especializadas para su reclusión y cuidado, cuyo régimen interno estaba regido por disposiciones médicas.”3

Mediante esto podemos notar que ya existía la concepción de un loco como enfermo y que ya se trataba de mantener ciertos cuidados para su bienestar y el mejoramiento de su calidad de vida.

Detengámonos un poco en el desarrollo de este nuevo tipo de centro caritativo. De esto, nos cuenta Josefina Muriel al señalar que:

La guerra, el hambre, las enfermedades, la pobreza y el desamparo en las peregrinaciones, fueron elementos que se combinaron a través de la Edad Media y presionaron de manera constante y dolorosa el espíritu cristiano de Europa. Como respuesta a tanto dolor se realizó una labor de amplitud gigantesca. La obra hospitalaria preocupó a toda clase de personas, a la Iglesia de una manera oficial a través de su jerarquía y las órdenes monásticas; a los reyes, a los gobernadores de las provincias, a los representantes de los municipios o de los burgos, y a los particulares de todas las clases sociales, de tal modo que bien podríamos llamarla, obra de la cristiandad entera.”4

Si recordamos un poco la historia en el Medioevo, una de las principales órdenes militares de la cristiandad fue la de los Hospitalarios, la cual se dedicaba, entre otras cosas, a ayudar, curar y proteger a todos aquellos visitantes de los antiguos lugares sagrados.

Es ya desde ésta remota época que los lugares para hospedar enfermos, viajeros, militares, frailes, etcétera, comenzaba a tomar forma, dando como resultado hospicios de diversa índole.

Durante el siglo XVI se surgen, como hemos señalado, estos sitios destinados al auxilio de la sociedad; se consolida la propuesta de tener lugares especializados para los enfermos, en particular para aquellos que sufren de sus capacidades mentales, ya que éstos se encontraban en muchos casos deambulando por las calles, alejados y abandonados por sus familias.

Contexto.

Muy pronto, la sociedad novohispana se plagó de órdenes religiosas, quienes apegadas a sus votos y preceptos, requerían llevar a la práctica actos humanitarios y desinteresados entre las personas que conformaban su comunidad.

Dichas órdenes solían tener el respaldo de las autoridades, según hemos apuntado; el respaldo les era concedido por dos principales razones: la primera, gracias a las enfermedades contagiosas tales como la lepra o la peste se aprendió la lección de mantener bajo rigurosos cuidados a los enfermos. La segunda razón se encuentra en la lucha política y esto debido a que una nación fuerte (o en este caso un reino sólido) requería que su sociedad fuera tan sólida como la misma figura del Rey, ya que ésta es un reflejo del Monarca y, para que tal sociedad pudiese tener firmeza, se requería de los mayores cuidados posibles así como las edificaciones comunitarias para aquellos cuidados y mejor control de los siervos.

Debemos tener presente que para los enfermos mentales no existían, como tal, lugares tan especializados en los siglos XVI y XVII. No es sino hasta el siglo XVIII que se les presta mucha mayor atención a estos padecimientos creando así espacios con cierto grado de especialidad para el tratamiento de estos males:

Como era inevitable, el progreso de la medicina en general llevó al manejo médico de la enfermedad mental a progresar, convirtiéndose en una disciplina médica y dejando atrás sus antecedentes filosóficos y religiosos. De hecho fueron los progresos de la medicina en el conocimiento de la esencia de la enfermedad y de sus causas, pero también en los de la salud, los que determinaron que, a la zaga, pero en relación íntima, se llegara a conocer lo que se sabe, de la enfermedad mental, de sus causas, de su tratamiento y de su prevención. Todo ello fue resultado de que los médicos abordaran los problemas de la enfermedad mental y buscaran sus orígenes, conocieran el cerebro y sus funciones y estuvieran en posibilidad de investigarlo en la salud y en la enfermedad, lo que se ha llevado un largo plazo que todavía no se satisface en muchos aspectos, pero que promete
resultados que permitan, como en otras disciplinas médicas, suficiente claridad conceptual y práctica para estar en condiciones de entender la enfermedad mental y su manejo.5

Pareciera fácil decir que el avance de la medicina es un proceso inevitable de la evolución y la curiosidad del ser humano; sin embargo, recordemos que para la época en que el mundo vive inmerso bajo las leyes de la iglesia católica resulta un crimen gravísimo el tratar de indagar acerca del cuerpo humano pues es Dios y sólo él, quien puede tener el conocimiento del cuerpo, así como de todo lo demás.

Es debido a esta limitante de dios, que la medicina se frenaba al tratar de experimentar, ya que únicamente podían actuar como buenos cristianos y dar un tratamiento mediante el cual, con la ayuda de dios, se curase el enfermo.6

Gracias a las ideas renacentistas y la recuperación de los textos clásicos, así como a la curiosidad de algunos, que las ciencias comienzan a avanzar y el conocimiento del cuerpo humano deja de ser una cosa sagrada para convertirse en el modelo de muchas obras artísticas e incluso de tratados completos con relación a este tema.7 De tal manera la observación y el estudio de las enfermedades adquieren poco a poco un nuevo sentido y significado: ya no se espera que Dios haga su voluntad, sino que el hombre actúe para ayudar al hombre.

Durante la segunda mitad del siglo XVI, mientras Francia se encuentra inmersa en las guerras de religión, debido a los enfrentamientos entre protestantes calvinistas y católicos; Felipe II, Rey de España envía a los países bajos al duque de Alba, encabezando un ejército para así tomar control de este territorio8.

En la Nueva España se trata de llevar a cabo un gran proyecto hospitalario; “El Hospital de San Hipólito”, obra llevada a cabo por Fray Bernardino Álvarez, del cual hablaremos a continuación.

Fray Bernardino Álvarez.

Bernardino de Álvarez, nacido en España, fue hijo de Luis Álvarez y Ana de Herrera ambos cristianos viejos y de noble linaje. De su vida se cuenta que participó como soldado y que incluso estuvo presente en la guerra contra los Chichimecas al norte del territorio. Fue capitán de una pandilla y se le involucró en una riña que terminó, incluso en homicidio, por lo cual tuvo que rendir cuentas ante la justicia. Debido a este desafortunado incidente se trasladó a Acapulco para poder escapar y navegar hacia el territorio del Perú.

Así, treinta años más tarde, se convirtió en poseedor de una gran fortuna. De vuelta a la Nueva España, pretendió vivir como un gran señor; su madre, mujer devota y de una fe inconmensurable vestía para este entonces los hábitos de beata y es ella quien lo exhorta a emplear su fortuna al servicio de Dios y del rey.9

Con este objetivo se inicia la aventura de Bernardino de Álvarez, quien sin dejar a un lado las tradiciones católicas de la época y con el apoyo e influencia de la carta enviada por su madre, donde le recordaba las verdades que él como cristiano ya conocía; muy pronto, el rumbo de su vida cambia.

Es así que nace su interés por ayudar al prójimo y ofrece servir a los enfermos en el Hospital de la Limpia Concepción, donde durante diez años se dedica a atender a los enfermos.

Con el tiempo es que decide fundar una institución que diese amparo a todos: a los ancianos, a los limosneros, a los pobres, y especialmente a los locos.

Es de esta manera se levanta, luego de un primer intento, en el tereno adyacente a San Hipólito, el Hospital.

El entusiasmo de Bernerdino de Álvarez, era secundado por Virreyes, Arzobispos, el Ayuntamiento, los Clérigos, el pueblo mismo e incluso los Papas y el Rey.10

Al lugar llegaron los locos, se recibieron los llamados <<inocentes>> o atrasados mentales, sacerdotes decrépitos y ancianos en general, y como en su caridad no podía aceptar limitaciones, Bernardino amplió su obra, recibiendo enfermos de todos los padecimientos, menos leprosos y antoninos. Abrió sus brazos a estudiantes, así como a los maestros pobres, a los que alimentaba y daba trabajo ya que ellos se encontraban en calidad de necesitados.

Aún cuando Bernardino no planeara inicialmente fundar una orden religiosa, la vida de hermandad que llevaba con sus asistentes, le dieron tal idea y así comenzó a crear reglas e incluso pidió la aprobación al Papa Gregorio XIII. Mismo Papa que en esos momentos, estaba peleando contra el protestantismo que aparece en Inglaterra bajo una nueva forma, una nueva religión llamada anglicanismo, para así buscar la expulsión del Catolicismo y con ello el poder Papal en ésos territorios11

El pontífice dió la autorización, pero las bulas no llegaron a despacharse por la muerte del Papa. Se volvió a insistir con su sucesor y se consiguió la aprobación pedida. Es desde instante que la hermandad acude a distintos pontífices para obtener de ellos la ratificación de las aprobaciones y una serie de privilegios de carácter religioso, entre estos se encuentra el Papa Clemente IX quien les concedió los privilegios de que gozaban los juaninos.12

No fue hasta 1700 que Inocencio XII erigió esta hermandad en religión formal y regular, colocándola debajo de la regla de San Agustín y con votos solemnes de castidad, pobreza, obediencia y hospitalidad.

La regla a a la que se sometió la Congregación desde desde sus principios estaba en el ejercicio y práctica tanto del amor a Dios, asi como al prójimo13.

La ahora conocida como órden de los “Hipólitos”, dividió su regla en dos partes:
La primera se refería a la vida interior de los hermanos y en ella se ponía como bases: la obediencia, sin la cual una obra en común no podría realizarse; la pobreza, como medio para evitar la corrupción monástica y como camino para mantener la hermandad, unida en caridad y paz. Finalmente, se prescribía la práctica de una serie de actos y oraciones para mantener vivo el espíritu religioso, sin el cual la obra perdía su sentido.
La segunda parte se refería a la vida exterior de los hermanos, y en ella la parte medular era el voto de hospitalidad14

Como podemos observar, la obra de Bernardino de Álvarez es un pilar para la Nueva España, debido a que es su caridad y la manera de atender a los enfermos, desvalidos e incluso a los pobres que les valió ya para el siglo XVIII el convertirse en la primera órden religiosa mexicana.

Hospital de San Hipólito.

Ahora bien, ya hemos abordado un poco la vida de Bernardino de Álvarez el fundador del Hospital de San Hipólito, e incluso de la órden de los hermanos de la caridad, como ellos mísmos se hacían llamar; pero tratemos de abordar ahora la obra mísma del Hospital de San Hipólito, el cual es el tema principal de éste trabajo.

Dé esta construcción, sabemos que los cimientos se pusieron desde 1602 y que el edificio se concluyó ciento treinta y ocho años después15

En cuanto a la estructura del edificio, la Doctora Muriel, nos hace una muy atinada descripción:
Las enfemerías y oficinas se hallaban distribuidas alrededor de patios o jardines con fuentes. Lo más importante de este edificio fue su funcionalidad, pues fue planeado para servir exclusivamente a enfermos mentales, y esto exigió cambios estructurales que antes no se habían tenido en cuenta en la arquitectura hospitalaria, como lo fueron entre otras cosas la sustitución de enfermerías por cubículos o cuartos privados.
La fachada constaba de una serie de accesorias que el consulado había fabricado para que, rentadas, fuesen un medio de ingresos para el hospital. En esta parte la construcción era de un solo piso16

Respecto a este último punto, es posible incluso hoy en dia, observar que las accesorias todavía tienen esta función; si bien ya no existe el Hospital como tal, el edificio se encuentra en pié y las accesorias son rentadas aún.

Lo que llama la atención del edificio, aparte del hecho de ser pensado para los enfermos mentales, lo cual es muy novedoso para la época y lo convierte en el primer manicomio en forma en la Nueva España; es que se convierte en una de las construcciones en donde para su elaboración, aportan ingresos no solo el consulado, sino los frailes mismos, pagando éstos las habitaciones sobre las accesorias.

Incluso el mismo Felipe II, rey de España mandó ingresos para la red de manicomios que hasta ese momento se estaban creando, dándo vital importancia a este tipo de Hospitales que pronto adquirieron su especialidad en el tratamiento de los enfermos mentales.

Respecto al Tema, Miguel Bernal nos comenta que la Orden de la Caridad del Mártir San Hipolito, había tomado bajo su responsabilidad la atención de los enfermos recluidos en el Hospital del Espíritu Santo en donde se daba auxilio a los “pobres vergonzantes” tanto españoles como indígenas y tal vez en S. Hipólito los indios enfermos estaría en un ambiente más apropiado17

Conclusiones.

Es preciso entender la importancia que representó el Hospital de San Hipólito en la sociedad no solo Novohispana sino también en los alrededores donde por fín se pudo dar asilo a una cantidad mayor de enfermos, viejos e incluso de personas en calidad de pobreza extrema.

Bernardino de Álvarez a quien se le debe el tomar la iniciativa de este proyecto, parece que entendía muy bien las necesidades médicas para éste tipo de personas, o bien, la necesidad social de tener una construcción de éste tipo en Nueva España, ya sea por la vida tan agitada que él mismo llevó, o bien por obra de la persuación de su madre, lo cierto es que la obra como tal repercutió durante tres siglos en la sociedad.

Recordemos pues, que es gracias a éste antecedente de San Hipólito, que durante el siglo XIX se lleva a cabo la construcción de otro pilar en la sociedad mexicana, me refiero al Hospital de La Castañeda, en dónde se imitó ésta labor social e incluso se trató de llegar más allá de un simple asilo o de un manicomio.

Por último, quisiera agregar que es debido a la falta de fuentes encontradas aún en torno al hospital manicomio de san Hipólito, que no podemos llegar más allá de una simple descripción o bien de una idea vaga en torno a cómo se trataba a éstos enfermos mentales, ya que no hay datos que nos muestren una idea clara o desripción respecto al tema.


Hospital de San Hipólito en 1925; Foto tomada del Archivo Casasola (DE: http://www.urbanfreak.net/showthread.php?t=7352&page=75)

Bibliografía.
1.- Bernal Sagahon Miguel, El saber médico acerca de los enfermos mentales en el hospital de San Hipólito de la Ciudad de México, México, UNAM, 2011, p.138
André Corvisier, Historia Moderna, Trad. Fabián García Prieto, España, Labor Universitaria, 4ta Edición, 2a reimpresión, 1991, p.p. 387.

2.- Corvisier André, Historia Moderna, Trad. Fabián García Prieto, España, Labor Universitaria, 4ta Edición, 2a reimpresión, 1991, p.p.448.

3.-Muriel Josefina, Hospitales de la Nueva España, México, UNAM-Cruz Roja Mexicana, Tomo I, 1990, p.p. 358.

4.-Nájera Tovar Laura Míriam, La Salud Mental en México: Su desarrollo en el IMSS y la labor del psicólogo, México, UNAM, 2006, p.p. 320

5.-Viqueira Carmen, “Los hospitales para locos e <<inocentes>> en Hispanoamérica y sus antecedentes españoles” en Revista de Medicina y Ciencias Afines, México, s.E., s.vol., año XXII, núm. 270, p. 1-33, 1995 (DE: [viernes ocho de Abril del 2011 a las 12:30 a.m.] http://revistas.ucm.es/ghi/05566533/articulos/REAA7070110341A.PDF), p.p 383
NOTAS:

1 Laura Miriam Nájera Tovar, La Salud Mental en México: Su desarrollo en el IMSS y la labor del psicólogo, México, UNAM, 2006, p. 20.
2 Josefina Muriel, Hospitales de la Nueva España, México, UNAM-Cruz Roja Mexicana, Tomo I, 1990, p. 202.
3 Carmen Viqueira, “Los hospitales para locos e <<inocentes>> en Hispanoamérica y sus antecedentes españoles” en Revista de Medicina y Ciencias Afines, México, s.E., s.vol., año XXII, núm. 270, p. 1-33, 1995 (DE: [viernes ocho de Abril del 2011 a las 12:30 a.m.] http://revistas.ucm.es/ghi/05566533/articulos/REAA7070110341A.PDF), p. 345
4Muriel, Op. Cit., p.17
5Miguel Bernal Sagahon, El saber médico acerca de los enfermos mentales en el hospital de San Hipólito de la Ciudad de México, México, UNAM, 2011, p.138
6Íbidem, p. 140
7 Un claro ejemplo, lo encontramos en el hombre de Vitruvio de Leonardo da Vinci, realizado en uno de sus diarios al rededor del año de 1487 y en dónde trata de hacer un estudio de las proprciones del cuerpo humano.
8André Corvisier, Historia Moderna, Trad. Fabián García Prieto, España, Labor Universitaria, 4ta Edición, 2a reimpresión, 1991, p.148
9Muriel, Op. Cit., p.201
10Ìbidem, p. 202-203
11Corvisier, Op.Cit., p.159
12Muriel, Op. Cit., p. 203
13Ìbidem. p. 204
14Loc. Cit.
15Ìbidem., p.206
16Loc.Cit.
17Bernal, Op.Cit., p.181