miércoles, 25 de enero de 2017

Estatuaria de Octavio Augusto



Octavio Augusto y la estatuaria romana


El imperio de Augusto fue reconocido como el siglo de oro de romano. Y con ello se expresa el fuerte crecimiento cultural, social e incluso gubernamental que sólo fue posible gracias al gran lapso de tiempo durante el cual se realizó.
Al término del segundo triunvirato y regreso de Octavio a Roma (30 a.C.)[1], la ciudad se encontraba desgastada, tanto de forma física como de forma moral. Por ello era necesaria una transformación total de la idiosincrasia romana, una restauración del orden bajo la mirada fija de la grandeza de un imperio recién creado y el peso del primer emperador romano. Tal fue la grandeza del gobierno de Octavio Augusto, que cuentan algunos: "Todavía en su lecho de muerte, Augusto seguía jactándose de que había recibido la ciudad hecha un montón de ladrillos y dejaba tras de él una metrópolis de edificios de mármol".[2] En efecto, el uso del mármol se expandió durante el gobierno de Augusto, cuando antes parecía exclusivo de Grecia. En palabras del historiador Pierre Grimal:
El empleo del mármol seguía siendo excepcional; su trabajo era atributo casi exclusivo de los talleres griegos. En adelante los escultores «romanos» (muchos de los cuales eran de origen helénico y se habían formado en la propia Grecia o en Oriente) trabajarán toda clase de mármoles, desde las variedades exóticas, importadas de Asia o de África, hasta los mármoles italianos, cuyas cualidades comienzan entonces a ser reconocidas.[3]
El sólo hecho en el cambio de material de construcción, nos habla de una forma totalmente distinta de pensar con respecto a la idea de Roma que tenía el Primer emperador. Y, es que, al construir la urbe de forma tan espléndida y costosa es, incluso, un discurso emitido para las ciudades de la época, donde se busca transmitir que no cualquier persona puede pertenecer a ésta gran ciudad, ni siquiera entrar. Habla de la tradición del antiguo patriarcado llevado al esplendor de toda la ciudad.
Si bien se buscaba rescatar las políticas de Julio César con respecto a la ciudadanía; la política cambió con la llegada al poder de Octavio Augusto:
Durante el principado tal proceso continuó, teniendo como antecedente la actitud abierta de Julio César al conceder la ciudadanía, si bien con Augusto y Tiberio esta tendencia fue detenida para que no se interpretara como un desprecio a Italia y para impedir la entrada a los indignos dentro del marco de la restauración republicana.[4]
Con ello Roma se convertiría en la megalópolis más rica y exclusiva de la época, y con ello, se abre el panorama para la creación artística; incluso se dice que es aquí donde nace el busto:
Por otra parte, en materia de escultura, un solo género puede ser atribuido a los romanos: es el busto, que representa un retrato y que se distingue del Hermes griego en el detalle de que la sección inferior del pecho es semicircular y no recta.[5]
Es así que Roma busca verse reflejada en la que consideró la más grande civilización del pasado: Grecia. Es probable que por ello buscara la adopción del mármol e incluso el estilo, la forma y cánones artísticos. Si consideramos que la actitud romana para con el pasado era muy solemne y la ambición de Octavio era el llevar a Roma al máximo esplendor, se sobre entiende que se buscara imitar a la cultura griega y más tarde tratar de superarla. Cosa bastante bien lograda y planificada por el princeps.
Estatuaria Romana
Si algo ha transmitido el Imperio Romano, en materia artística, es la forma de inmortalizar a las personas. La maestría con que  se capturó cada rasgo del rostro en las esculturas (idealizado o no), la cual muestra no sólo el gran esmero que se puso  en la práctica, sino que, refleja mucho el carácter y sentimiento romano. Es posible ver a través de las estatuas a los seres humanos que labraron gran parte de la civilización como se conoce actualmente y esto fue posible gracias al realismo con que trabajaban:
Ese realismo en la figuración de los personajes era desde hacía mucho tiempo una tradición de la escultura romana. Existía un arte italiano del retrato, creado quizá en los talleres de Etruria, desarrollado para responder a las exigencias nacidas de las costumbres funerarias y del culto familiar romano, y que conoció, en la época de Augusto, un auge extraordinario: la gran procesión del Altar de la Paz puede considerarse como una galería de retratos individuales y resulta, si no fácil al menos posible, reconocer allí las principales personalidades de la corte.[6]
En algunas interpretaciones sobre la escultura romana, es posible visualizar dos versiones: 1.- La escultura pública y 2.- La escultura personal o privada. De ahí que:
Esta estatuaria pública representará con su iconografía la concepción misma del poder, representará incluso a la sociedad misma y servirá de soporte a las ideologías, a las creencias políticas o religiosas, bien para realizar sus proclamas, para airear sus ideales, bien para ensalzar sus valores.[7]
Es así que la escultura pública se logra conservar mejor que la privada, la cual, en la mayoría de los casos nos habla de personajes comunes pero que no mantienen relevancia histórica y por ello no son tan estudiadas como sí la estatuaria pública. Sin embargo, es necesario advertir que la estatuaria privada, particularmente el retrato tenía la finalidad de pervivir el recuerdo de los seres amados o de sus semejantes, aunque también es probable que se buscara un deseo de fama[8], aunque se dice que si el retrato es festivo entra en la categoría de lo público[9].




[1] Suetonio, Los  Doce Césares, Intr. Francisco Montes de Oca, Col. "Sepan Cuantos…". Núm. 355, 9na ed., México, Porrúa, 2007, pp. XXXI.
[2] Ernst J. Görlich, Historia del mundo, Trad. Mariano Orta  Manzano, 4ta ed., Barcelona, Ediciones Martínez Roca, 1972, pp. 153.
[3] Pierre Grimal, El siglo de Augusto, Trad. Manuel Pereira, 1a ed. En Español, Barcelona, Crítica, 2001, pp. 83.
[4] Miguel Ángel Ramírez Batalla, "La actitud romana ante el pasado" en  Germán Viveros, et. Al., Nova Tellvs. Anuario del Centro de Estudios Clásicos., Núm. 25.2, México, Universidad Nacional Autónoma de México - Instituto de Investigaciones Filológicas, 2007, pp.236.
[5] Thadee Zielinski, Historia de la Civilización Antigua, Trad. Carlos Pereyra, Madrid, Ed. Aguilar, 1987, pp. 442.
[6] Grimal, Op. Cit., pp. 86.
[7] Bernabé Ramírez López, "El retrato de Augusto y la propaganda imperial romana" en Eúphoros, Núm. 5, España, Universidad Nacional de Educación a Distancia, 2002, (DE:https://dialnet.unirioja.es/ejemplar/111456), pp. 73.
[8] Ibidem., pp. 74.
[9]  Loc. Cit.

domingo, 22 de enero de 2017

Mercado 2 de abril


Germán Camacho Jiménez.

Dentro de la historia de los mercados públicos, tal y como los conocemos hoy, es relevante mencionar al mercado dos de abril. Su importancia radica, no sólo en el hecho de ser uno de los más antiguos de la ciudad, sino que: "Escondido a espaldas del Teatro Blanquita, el Mercado 2 de Abril tiene el honor de ser un hito en la historia de los servicios públicos del país: fue el primero que se construyó expresamente para el comercio al menudeo […]"[1], constatado también en las páginas oficiales del Gobierno de la Ciudad de México[2].
A decir sobre su historia, las fuentes indican que fue inaugurado en 1902[3], lo cual lo data como anterior al mercado Abelardo L. Rodríguez, cuya inauguración fuera hasta 1934[4]. Construido donde fuera la Plaza de Juan Carbonero[5], en el antiguo barrio de Cuepopan o Tlaquechiuhcan[6][7].
El mercado toma su nombre de la conocida batalla del 2 de abril de 1867, durante la segunda intervención francesa y en la cual el ejército mexicano es triunfador[8].
Se dice que las vigas fueron traídas desde Francia, sin embargo, esto puede considerarse como una leyenda ya que no se encuentran datos que respalden dicha información[9]. Lo innegable es que el mercado 2 de abril fue construido con la finalidad de ofrecer abastos al menudeo, es decir, se consolida el comercio de víveres (exclusivamente) para su venta y consumo.
En la actualidad, el inmueble cuenta con 115 locales y accesorias, 50 de ellos son de cocina económica y el resto expide alimentos frescos; su ubicación permite que gran parte de la población trabajadora pueda disfrutar de los servicios; sin embargo, algunas veces se ve ensombrecido por el barrio donde se ubica; a decir de Carlos Triulzi: "[…] ese barrio se ha convertido en cueva de viciosos y delincuentes y eso hace que el mismo mercado haya bajado la calidad de sus productos […]"[10]. Tomando en cuenta lo anterior, cabe señalar, que la calidad de los productos del mercado nada tiene que ver con su ubicación y considerarlo así puede ser una falta de criterio.



[1] s. A., Nueva Guía del Centro Histórico de México, México, Fideicomiso Centro Histórico de la Ciudad de México. (DE: http://www.guiadelcentrohistorico.mx/sitios-de-interes/mercados/regi-n-2-la-alameda-y-sus-alrededores/509).
[2] Toda la información encontrada en sitios y guías del Gobierno de la Ciudad de México, lo ubican como el primer mercado público que podía vender al menudeo, véase (http://cdmxtravel.com/es/lugares/mercado-2-de-abril.html).
[3] Alonso Flores, "Mercados: Comida, historia y arte" en Nueva Guía del Centro Histórico, Fideicomiso Centro Histórico de la Ciudad de México. (DE: http://www.guiadelcentrohistorico.mx/kmcero/el-centro-fondo/mercados-comida-historia-y-arte)
[4] Miguel León Portilla, et. Al., Enciclopedia temática de la Delegación Cuauhtémoc, Tomo 2, México, Delegación Cuauhtémoc, 1994, pp.286.
[5] Jairo Aarón Cobián López, "Salón México «La Capital del baile»" en Laboratorio de recopilación de la danza, México, Universidad de Guadalajara. Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño, (DE: https://sites.google.com/site/laredanzaudg/la-danza-en-mexico/popular/salon-mexico).
[6] Ibidem.
[7] Los límites del antiguo barrio son: "N., calles de Mosqueta, Rayón y del Organo, orilla del islote; al Este por Av. República de Argentina y calle de Seminario; al Sur por las calles de Tacua, Av. Hidalgo, calles de Puente de Alvarado y San Cosme y Calzada México-Tacuba; al Oeste por la línea quebrada que iba por las calles de Arista, Violeta, Guerrero, Pedro Moreno, Zarco, Moctezuma y Lerdo" (León Portilla, Op. Cit., pp.109).
[8] Pablo Serrano Álvarez, Porfírio Díaz y el Porfiriato. Cronología (1830-1915), México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, 2012, pp.29, (DE: http://www.inehrm.gob.mx/work/models/inehrm/Resource/437/1/images/porfirio_porfiriato.pdf).
[9] Flores, Op. Cit.
[10] Carlos Triulzi, "Mercados de la Ciudad de México" en Art Decó México. Periódico de Cultura, arte y moda, México, Art Decó Editores, 5 de agosto de 2013, (DE: http://www.artdecomexico.com/mercadosdelacuidaddemexico/)